Hace
ya un mes y medio que Uruguay convive con el COVID-19. En este tiempo,
afortunadamente, hemos visto como los casos en las primeras semanas, que
auguraban un crecimiento importante, fueron menguando y en las últimas
ya nos encontramos, en general, con cifras de nuevos casos diarios de un
dígito.
Si
bien una de las pocas certezas que tenemos con el coronavirus es que no
sabemos cuál va a ser su evolución, si puede haber rebrotes, y cómo se
ve afectado por otras variables, su expansión en nuestro país llama a
que vayamos caminando hacia una nueva normalidad, o nueva anormalidad,
hasta que podamos, finalmente, volver a algo parecido a una etapa
normal.
El manejo general de la situación, en cuanto a las
grandes decisiones, ha sido acertado por parte del gobierno. A partir
del fatídico viernes 13 de marzo, en que se encontraron los primeros
casos de coronavirus en nuestro país, diversos actores políticos y
sindicales presionaron al Poder Ejecutivo para que tomara medidas
radicales de cuarentena generalizada y obligatoria en todo el país. Con
ponderación y temple el gobierno decidió, sin embargo, tomar medidas
importantes, como la suspensión de las clases, pero no otras de corte
militar como las que reclamaron el Frente Amplio o el Sindicato Médico
del Uruguay.
El paso del tiempo ha demostrado que el gobierno
tenía razón y sus críticos están equivocados. La evolución de la
pandemia en Uruguay se ha confundido con el paisaje siguiendo una
penillanura suavemente ondulada lo que determinó que los centros de
salud no solo no colapsaron, sino que en todo momento contaron con la
capacidad ociosa recomendable ante la situación.
En una de sus
mejores conferencias de prensa el presidente de la República ante la
pregunta de un periodista sobre los reclamos de la cuarenta obligatoria
contestó que no estaba dispuesto a llevar preso a un uruguayo que vive
al día y que estaba en la calle ganándose el peso. Las voces en favor de
toques de queda y militares en las calles llevando gente presa solo por
movilizarse se fueron acallando casi avergonzadas.
Con la
cantidad de casos diarios que se vienen registrando en las últimas
semanas se confirma la necesidad de ir avanzando, con las precauciones y
la prudencia del caso, hacia la nueva normalidad. Esto implicará que
más gente se movilice, que comercios que estaban cerrados comiencen a
abrir, que las oficinas públicas vayan retomando la atención al público,
que se reagenden operaciones postergadas, en definitiva, que regrese
esa parte de la normalidad a nuestras vidas.
Este regreso a la
actividad no podrá ser por los próximos meses una simple vuelta a la
realidad precovid-19, deberá ser con estrictos protocolos de salubridad,
uso de tapaboca, cuidados con las distancias, medidas adicionales de
higiene y una larga lista de etcéteras. Pero de lo que no cabe duda es
que debemos ir retomando la actividad porque no se justifica seguir con
buena parte del país parado con 5 casos nuevos por día.
Con la cantidad de
casos diarios que se vienen registrando en las últimas semanas se
confirma la necesidad de ir avanzando, con las precauciones y la
prudencia del caso, hacia la nueva normalidad.
Sin
dudas que es un proceso que entraña riesgos, puede existir un incremento
de casos que indique que debe retrocederse y volver a cerrar
actividades, pero es al mismo tiempo evidente que el coronavirus no es
la única variable relevante para la sociedad, que hay personas que
sufren otras enfermedades cuyo tratamiento ha sido pospuesto, que muchas
personas se han quedado sin ingresos, que hay empresas que vienen
sufriendo pérdidas desde que se declaró la emergencia y su actividad
cayó abruptamente o directamente a cero y que todo esto también debe ser
considerado.
Uruguay debe caminar hacia esta nueva normalidad,
es indispensable hacerlo para mantener los motores de la economía
encendidos como expresó la ministra de Economía. En este sentido, aunque
la policía de lo políticamente correcto en las redes sociales se
horrorice, deberemos volver a ver bares abiertos, comercios atendiendo
clientes y gente caminando por las calles. Los niños irán volviendo a
las escuelas, las plazas tendrán personas tomando sol, y todo esto con
los cuidados necesarios y nuestra calma idiosincrática.
El
gobierno cuenta con un grupo de trabajo de científicos y expertos de
excelente nivel para monitorear lo que ocurre e ir tomando medidas. Han
acertado en el pasado y por eso tienen crédito para ir tomando las
decisiones que entiendan convenientes. La nueva normalidad nos va a
permitir ganarle al coronavirus con el menor costo económico posible,
aunque este ya haya sido alto. Al fin y al cabo, como toda decisión
personal o colectiva, debe sopesar todos los aspectos, decidirse y
actuar.